Miguel Nùñez Rauschert
Miguel Núñez Rauschert es un artista que nos cuenta La comedia humana.
Nos muestra en sus telas cuerpos que se exponen o se esconden, en un juego ambiguo de seducción o de rechazo, de deseo o de indiferencia. Cuerpos erotizados, lánguidos, que se abandonan o se repliegan en sí mismos, o bien, en una tensión dolorosa de resistencia o de rebeldía. Raramente distendidos. Cuerpos liberados bajo la caricia del agua o del sol. Otras veces en movimiento, esbozando un paso de danza.
Personajes que se buscan, se ignoran, se espían, se ofrecen o se eluden. Traman una intriga, frecuentemente, en una relación triangular.
Hombres y mujeres reducidos a veces a simples siluetas evanescentes, borrosas, encerradas en espacios reducidos por líneas horizontales y verticales que actúan como biombos para esconderse, o espejos para atravesar; que expresan fallas en la comunicaciòn, fracturas en la memoria, fisuras en el alma, y además, un equilibrio a mantener, cueste lo que cueste.
También pinta retratos, personajes con miradas determinadas, ensoñadoras, en los cuales se adivina el peso de la vida, la carga de los recuerdos y una energía vital a pesar de todo. Son trozos de vida que se exponen a nosostros, con sus emociones y sentimientos, alegrías y desventuras, creados con la riqueza cromática de una pintura poderosa y personificada.
Miguel Núñez Rauschert superpone capas de pintura, trabaja las transparencias dejando vislumbrar el sustrato de la obra. El color escribe su propia historia sobre la tela como se acumulan los aléas de la vida en nuestro inconsciente .
En sus cuadros recientes se inspira en barcos y puertos, en ferrys y enormes buques, siluetas solitarias y misteriosas entre cielo y mar, que se aproximan a la abstracción. En sentido opuesto, la figura minúscula y frágil de un hombre frente al mar, un farol o un muelle olvidado y oscuro.
Cierto es que Miguel Núñez Rauschert reivindica una pintura figurativa, que va más allá de la línea que acaricia un cuerpo y de la cálida sensualidad de la materia y del color, que se inscribe paradójicamente en composiciones geométricas, fragmentadas e intemporales que invitan al espectador a una reflexión sobre la vida y su finalidad.
La música propia de su pintura es el silencio, un silencio grave e interrogante.
Jean Paul MAS, 2016